“Hubo dos momentos que parecen interesantes para destacar en la serie de Ágata Galiffi. El primero es la historia de una mujer de una gran ciudad, como es Rosario, que decide cometer un ilícito en Tucumán, una ciudad chica. El otro son las condiciones de su encierro. Como en ese tiempo no había una cárcel de mujeres, cumplió la condena que recibió dentro de una jaula en el Hospicio del Carmen”, aseguró Pablo Schembri, guionista y director de “Norte Secreto: Historias y leyendas”. Ese proyecto que tuvo un capítulo dedicado a “La Flor de la Mafia”, que no tiene la difusión que se merece: es una de las iniciativas que terminó siendo rehén de la burocracia cuando se congeló el Banco Audiovisual de Contenidos Universales Argentino (Bacua).

Ágata Galiffi: "La Flor de la Mafia" se marchitó en San Juan

La hija de Juan “Chicho Grande” Galiffi, también conocida como “La Mujer Infernal”, fue acusada de liderar una banda que, a través de un túnel, intentó ingresar al tesoro del banco Provincia para dejar allí una millonaria cifra de billetes falsos y quedarse con la moneda legal. Pero el plan fue descubierto de casualidad y ella terminó siendo detenida el 23 de mayo de 1939. El 4 de junio fue trasladada a Tucumán en un cinematográfico operativo. Su primer destino de encierro podría haber sido el cuartel de Bomberos de la Policía.

Luis de la Rosa formaba parte del cuerpo de servidores públicos. Él fue el primero en bajar y recorrer toda la excavación que realizaron los miembros de la banda en su intento de robo. Pero también fue uno de los que vigiló a “La Flor de la Mafia” durante los primeros días. “Mi padre siempre destacaba dos cosas de ella. Primero, su belleza; después su amabilidad. Siempre nos contó que era mujer muy culta porque se había educado en Francia. Ella misma se cocinaba y a mi papá le decía ‘El Ahijado’”, contó Olga, hija del bombero.

De la Rosa le contó a Olga que Galiffi tenía también un carácter dominante. “Un día tuvo que custodiarla hasta tribunales para que declarara. La llevaron con los otros miembros de la banda. A los segundos de haber subido, encaró a uno de sus cómplices y le pegó una flor de bofetada. Después, a los gritos, lo trató de cobarde por haberlos delatado a todos”, recordó.

Entrevista

Durante esa etapa de su encierro, un periodista del diario “Crítica” de Buenos Aires logró entrevistarla. Se trató de un reportaje único:

- ¿Qué vino a hacer a Tucumán?

- Me propusieron abrir una casa de pensión a todo lujo, y como consideré interesante el proyecto, accedí como lo hubiera hecho cualquiera.

“Apela a todos los recursos de la coquetería femenina. Se resiste bravamente a hablar mucho”, destacaba en el reportaje el periodista anónimo.

- ¿Por qué no se presentó a la Policía, sabiendo que se la buscaba en todo el país?

- Porque los empleados de la Justicia rosarina no me merecen confianza, y porque la detención de mi madre y el suicidio de mi abuelito me arrastraron a esta situación. Yo atribuyo a la Policía de Rosario la responsabilidad de la muerte de mi abuelito. No respetó jamás sus años y lo molestaban a cada momento.

“La noche, la inquietud, la ansiedad, el terror, mi vida es así. Como ustedes imaginarán, llena de desazones de angustias, de sobresaltos, de lucha permanente”, confesó. También habló de cuando deportaron a “Don Chicho”, su padre. “El episodio me abrumó, pero con todo logré afrontar las difíciles circunstancias y me dispuse a construir de nuevo el hogar destruido. Quería devolverle a mi padre toda la consideración a que era acreedor. Aquí en la cárcel leo y sueño como siempre. ¡Ah, si pudiera siempre vivir soñando! Cuando cursaba el segundo año del Liceo soñaba con llegar muy alto”, recalcó.

- Lo inexplicable es que haya sido arrastrada a una vida desordenada…

- Usted se apresura... La casualidad nos lleva de la mano como niños, como juguetes...

- Pudo darse cuenta de que estaba descendiendo...

- Pensamos de distinta manera: yo creí que ascendía.

- ¿Entre pistoleros?

- Entre caballeros. Tenemos la convicción de que un pistolero, como usted lo llama, no debe confundirse con el resto de los hombres. Mis amigos son personas cultas, correctas, agradables.

Los medios, pese a haber sido encerrada, no se olvidaron de ella.

La pesadilla

La revista “Ahora”, a las pocas semanas, publicó una historia con un llamativo título: “Ágata Galiffi tramaba una invasión desde la cárcel en Tucumán”. El historiador Osvaldo Aguirre dijo que, según esa publicación, “La Flor de la Mafia” consideraba tres posibilidades para escaparse: construir un nuevo túnel; recurrir a amigos de su padre, que acudieran a rescatarla, armas en mano, cuando ella tuviera que concurrir a declarar a la Justicia; o bien que directamente tomaran por asalto la cárcel provocando la sublevación general de los presos.

“El solo pensamiento de lo que hubiera resultado de llevarse a término este último plan, revela el grado de audacia de ‘La Flor de la Mafia’, que no trepida en comprometer la paz de toda una provincia, lanzando a la calle una cantidad fantástica de delincuentes con tal de recuperar su libertad”, cerró la nota la revista.

Las autoridades tucumanas, espantadas por semejantes trascendidos, tomaron una drástica decisión: la trasladaron al Hospital de Alienados, hoy Hospicio del Carmen, porque no había una cárcel para mujeres en la provincia.

El 24 de junio de 1939, Galiffi comenzaría a vivir un infierno. Incluso antes de ser condenada por circulación de dinero falso (en abril de 1944) y por la tentativa de robo (abril de 1945), causas por las que recibió una pena unificada de 10 años. “Creían que yo era un monstruo, una pantera. La celda tenía un metro ochenta de largo por un metro veinte de ancho. Los barrotes eran gruesos, fuertes, pero igual forraron la celda con alambre tejido. Tenían miedo de que me escapara y entonces fabricaron esa jaula. Allí pasé siete años y un mes”, relató en la entrevista que le concedió a Alfredo Serra y que se publicó en la revista “Gente” en 1972.

“Sólo podía hablar con las monjas, que me contaban cosas; llorar y rezar el rosario hasta que conseguía dormirme. La celda no tenía baño. El único baño del lugar lo compartía con las enfermas. Cada vez que iba, tenía que ponerme una especie de túnica y unos grandes zuecos de madera. Pero eso no era lo malo. Lo malo eran los gritos de las enfermas, esos aullidos en la noche”, agregó.

El cineasta tucumano Schembri recordó que “La Flor de la Mafia” vivió un verdadero escarnio por esas condiciones de encierro. “Sufrió muchísimas consecuencias psicológicas como consecuencia de los permanentes maltratos que vivió durante todo ese tiempo. No sólo no le permitían recibir visitas, sino que además tampoco conocía lo que era la luz del día. Compresiblemente, en todo ese tiempo sufrió ataques de locura y de pánico”, resumió.

Pero Galiffi, dueña de un carácter fuerte, sobrevivió al maltrato. El 16 de junio de 1948 salió en libertad condicional por buena conducta, con la obligación de residir durante un tiempo en San Miguel de Tucumán. “Su salida, que se mantuvo en reserva, pasó inadvertida para las personas que transitaban por el lugar. Vieron solamente a una mujer que salía acompañada de algunos empleados policiales y tomaba un vehículo. Eso fue todo”, publicó LA GACETA.

Ya muy pocos se acordaban de ella.